Las TMNT in NW - Cap. 3

El rescate
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Cuerpo: 14 16 18

La vista que producían los ofidios reptantes era todo un despliegue de luces y colores que dejaron impresionados a todos. No obstante, el grupo se alistó para recibirlas. Con certeros cortes, Leonardo y Rafael eliminaron la amenaza sin problemas.
Siguieron avanzando con cautela por los oscuros pasillos, apenas iluminados con una que otra vela. Pronto llegaron a una encrucijada dónde Leo decidió tomar el pasillo de la derecha.

_ ¿Y por qué el de la derecha?

_ Porque sí.

_ ¿Y eso qué sentido tiene?

_ Porque es el camino indicado.

_ Claro. Tekura, nos vamos por el de la izquierda ¿vienes?
Ella quedo observándolos, no sabiendo que hacer ante la confusa situación.

_ Oye, Rafael ¿por qué haces esto?

_ ¿Yo? Pues porque me da la gana. Además de que otra vez has salido con eso de querer mandonear sin sentido.

_ Ya ¿y solamente por eso?

_ ¡No! Claro que no. Y tú sabes muy bien por qué.

_ Si, lo sé. Pero ¿y tú sabes porque me decidí por el de la derecha?

_ Porque eres el líder y bla, bla, bla.

_ Exacto. Y porque el de la izquierda se dirige a un baño –le indica su hermano señalando un cartel que ponía “letrina” en él.

_ ¿Y eso? No me vengas con palabras complicadas. Yo me voy por la izquierda. No tarden mucho en seguirme – y la rebelde tortuga se desvanece por las sombras del pasillo. No paso mucho tiempo para que volviera arrepentido.

_ ¡Y cómo iba a saber que letrina era un inodoro de drenaje directo! Nunca antes los había visto.

_ Je, je. Eso te pasa por faltar a las clases de historia del maestro.

_ ¡Bah! Sigamos adelante.
La kunoichi sonrió aliviada y siguió a sus peculiares compañeros. No dieron más de veinte pasos cuando un enjambre de insectos, también fluorescentes, aparecieron por diversos orificios de las paredes. Leonardo quedó consternado al recordar que Rafael les tenía fobia. Pero ya era demasiado tarde, pues este había huido hacía la letrina.

_ ¡Rayos…! Seremos solo tú y yo, Tekura ¿sabes algo acerca de estas criaturas?

_ Ni la más remota idea, Leonardo. Aunque, tratándose de Escorbuto, de seguro han de ser venenosas y con capacidades paralizantes. Todo ello gracias a sus mordeduras, picaduras o nubes de gases que lancen por sus traseros – replica muy segura de sí.
Esquivar a los insectos no les resulto tan sencillo, pero los gases eran perfectamente visibles en ese espacio tan oscuro.

_ Cómo que ese último recurso no le salió muy bien que digamos – dijo Tekura al ver la luminiscente nube venenosa. Con algo de dificultad, al fin acabaron con los insectos.

_ ¡Ya ven, Rafael! No quedo ninguno vivo – gritó la tortuga.

_ ¿Estás seguro, Leo?

_ Muy seguro.

_ ¿En serio?

_ No soy Miguel, Rafa.

_ Ok. Ya voy para allá.
Reagrupándose, los rescatistas prosiguen con la búsqueda. Atravesaron varios portales por más de cien metros cuando, finalmente, se toparon con una gruesa puerta de metal empotrada en la roca viva de la caverna. Sin señales de cerraduras ni manijas intuyeron que solo quedaba empujar las mismas para que se abrieran. Pero por más fuerza que hicieran, estas no cedían.

_ ¡Demonios! Como nos vendría bien la mano de Don en estos momentos.

_ Es cierto, Rafael. Donatello siempre llevaba un par de cargas de C4…

_ Disculpen – interrumpe la joven que, tomando su mazo de sus espaldas, da un fuerte golpe con él sobre una de las hojas de la puerta.



La macabra risa de victoria, que llevaba rato sosteniendo, le es interrumpida por la sorpresiva intrusión a su laboratorio. El encapuchado se azuza y corre al resguardo de las sombras, expectante por ver quiénes eran los intrusos. Por poco lanza un grito de asombro al ver que eran dos mutantes idénticos al que había capturado. Analizando la situación, creyó acertado utilizar la misma treta con la que había engatusado a Miguel. Tomando un par de porciones de pizza de sus bolsillos, las roció con un líquido y las coloco con cuidado sobre la mesa que tenía cerca. Con un abanico empezó a esparcir el aroma de las porciones en dirección a las tortugas. Al poco tiempo el olor llego a las fosas nasales de Rafael.

_ ¡Snif! ¡Snif! Ese perfume huele muy bien.

_ ¿En serio, Rafa? Entre tanto alcohol, trementina, sulfuro y quien sabe que más… ¿hay algo que huela bien?

_ Siente por aquí. Es el inconfundible aroma de una fugazzeta.

_ Ya Rafa. No es momento para eso… ¡Espera! Debe ser una trampa.

_ Pues es una trampa muy sabrosa…

_ ¡Oye! Mira allí ¡Es Miguel Ángel! – exclama Leonardo apuntando a uno de los tubos.

_ ¡Es verdad! De inmediato lo saco de allí– declara la efusiva tortuga. Al ver que su treta no le resultara efectiva, el anfitrión se dio a conocer.

_ ¡Bienvenidos!

_ ¿Eh? No era lo que me esperaba que dijeras – le dice Rafael.

_ Oh, pero que modales los míos. Con visitas y yo sin una bebida para refrescar su sed. Pero ya mismo enmiendo mi error – a lo cual, el encapuchado toma un par de frascos y se los lanza.

_ ¡Tengan cuidado! ¡Es cloroformo! – les advierte Tekura, que estaba más alejada.
Aguantando la respiración, se mueven a otra posición para resguardarse del adormecedor gas.

_ Vaya, que pena ¿no les ha gustado mi “refresco”? Pues a ver qué opinan de mi té.
Sirviéndose de otro par de botellas, esta vez las arroja contra el techo impregnado una buena porción con el líquido. Por las estalactitas comenzaron a caer las intimidantes gotas.

_ ¡Eso es ácido clorhídrico! – vuelve a decir la kunoichi.

_ ¡Esto ya parece una clase de química!

_ Deja de quejarte y esquívalas, Rafa.

_ Bueno, bueno –le replica dando volteretas y marometas – ¿Cuándo es que vamos a pasar al ataque, Leo?

_ Cuando nos deje de arrojar vasos, probetas y matraces, Rafael.

_ Eso no suena muy heroico, hermano…

_ ¡Cuidado con ese frasco de color ámbar!

_ ¿Qué contiene, Tekura?

_ ¡Es mi muestra de orina! ¡Jo, jo, jo, jo, jo, jo! – exclama Escorbuto con locura.
Poco a poco, su enemigo fue vaciando las mesas a su redor. Cuando se quedó sin municiones, las tortugas se le abalanzaron. Pero eso era lo que el encapuchado estaba esperando.

_ Ahora es momento de que me muestren… ¡De qué color es su sangre! ¡Bua, ja, ja, ja, ja, ja, ja!

Mientras volaban en dirección a Escorbuto para asestarle un golpe, los hermanos hubieran querido detenerse en el aire para no recibir su ataque. Con veloces movimientos, el encapuchado había sacado de sus bolsillos un escalpelo y un pincel de punta redonda. Ante la atónita mirada de las tortugas, el malvado impregno la hoja del bisturí con el veneno del pincel dando una cruceta mientras parte del líquido salía despedido hacía adelante. La equis no logró cortar a los hermanos, pues habían detenido el golpe, pero el veneno si les llego a tocar el cuerpo produciéndoles en pocos segundos la parálisis de los miembros afectados.

_ ¡Demonios! No puedo usar mi brazo derecho – se lamentó Rafael.

_ Yo ninguno – le dijo Leonardo que contemplaba desahuciado sus katanas en el suelo.

_ ¡¿En serio?! ¡Rayos! ¡¿Cómo pudo pasar esto?!

_ ¡Jo, jo, jo, jo, jo, jo! ¡Jo! ¡Son míos! ¡Jo! ¡Ju, ju, ju, ju!
La maquiavélica risa enfureció más a Rafael, haciendo que perdiera la cordura. Con su brazo libre intentó alcanzar a Escorbuto, pero este aprovecho para paralizarlo también. El grito de rabia hizo sacudir los paneles de cristal en la caverna.

_ ¡Je, je, je! Tú debes tener la sangre bastante más concentrada que los otros, eh ¡Jo, jo, jo, jo!
Con los dos brazos entumecidos, la tortuga cargo sin miramientos contra Escorbuto dando patadas endiabladas. Pero su rival las esquivaba ágilmente, y en pocos segundos incapacitó por completo a su atacante.

_ ¡No! ¡Rafael! – grito Leonardo angustiado.

_ ¡Sí! – aclamo Escorbuto extasiado.

_ ¡#@*! – maldijo Rafa.

_ ¡Shannaro! – vocifero Tekura al dejar por el suelo al encapuchad con su mazo. La batalla había terminado.

_ ¿Pero…? ¿Cómo…? ¿Eh? – balbuceaban las tortugas sin entender que había sucedido.

_ Vaya, vaya. Parece que nuestro enemigo no era a prueba de golpes ¡ja, ja, ja, ja! En seguida los reanimo, amigos.
Luego de que maniataran al inconsciente Escorbuto, las tortugas liberan al rehén.

_ ¡Miguel! ¡Por fin te encontramos! – dijo Rafael mientras estrujaba a su hermano.

_ ¡Mgh! ¡Ufh! ¡Ho…hola, Rafa! – contesto la estrujada tortuga.
Después de recuperarse, secarse y sentarse, el extrovertido ninja fue acribillado a preguntas.

_ ¡Oigan, oigan! ¿Creen que yo sé lo que ocurrió? Solo sé que quiero algo de comer, aunque no de lo que él me dio, eso sí.

_ Lo siento, Mike. Es que estamos algo confundidos por todo lo que ha ocurrido. En el campamento nos espera Splinter donde podrás comer todas las pizzas que quieras.

_ ¡Eso quería oír, Rafa! Entonces ¿nos vamos?

_ Ja, ja, ja. De seguro, hermano.

_ ¡En marcha, pues! – responde Miguel muy animado.

_ Esperen ¿y qué hacemos con Escorbuto?

_ ¡Cierto! Ya me había olvidado de él ¿y si lo dejamos aquí con un par de limones guardianes?

_ ¡Rafa!

_ Lo sé, lo sé Leo. Yo me encargo de llevarlo.

_ ¿Rafael haciendo chistes? ¿Cuánto tiempo estuve encerrado? – inquiere Miguel desconcertado.
Con los ánimos a tope, el grupo sale raudo por los lúgubres pasillos de la guarida, cuando de repente sienten que todo se venía abajo.

_ ¡Diantres! ¿Por qué ahora?

_ Yo creo que sé la respuesta – le contesta el maniatado al sorprendido Rafael.

_ ¡¿Cómo?!

_ Oye ¿no habías preguntado “por qué”?
Escorbuto recibe un golpe como respuesta.

_ ¡Ouch! Ya… ya. Entiendo las indirectas. Y creo que tú también ¡jo, jo, jo, jo, jo!

_ ¿Quieres otro para que se te acomoden las ideas?

_ ¡¡No, no, no!!

_ Bien. Eso quería oír. Y ahora, antes de que quedemos sepultados, nos dirás que sucede.
Repentinamente Rafa siente que se desvanece el peso que llevaba. Dándose la vuelta, ve que el encapuchado huía velozmente por donde habían venido.

_ ¡Jo, jo, jo, jo, jo, jo! ¡Ja, ju, ja, ju, ja! ¡Luego regresaré por vuestra sangre! ¡Ñaca, ñaca! – y se desvanece en la oscuridad.

_ ¡¡Demonios!! Ese miserable…

_ ¡No hay tiempo para eso ahora, Rafa! Necesitamos salir de aquí cuanto antes.

_ ¡Rayos! Lo sé, lo sé.
Retomando la huida, se topan con que la vía principal estaba bloqueada por enorme rocas.

_ Si tan solo estuviera con nosotros Donatello…

_ ¡Lo sé, lo sé Leo! Pero de seguro que Tekura puede encargarse de esto ¿no es así?

_ ¿Yo? Oigan, pero ¿y ustedes solo saben blandir armas puntiagudas o qué?

_ Este… buen punto, Tekura – le replica Rafael.

_ Bien, como no hay de otra ¡Shannaro!
Cuando comenzó a abanicar su mazo, empezaron a caer una tras otra más y más rocas que los obligaron a retroceder, esquivando por poco el aluvión aplastante.

_ ¡Cielos! Eso estuvo cerca.

_ Ya lo creo, Leo. Y me parece que con la cantidad que ha caído, no lograremos salir de aquí a tiempo aunque ponga todo mi empeño en romper estas rocas.

_ Eso no me agrada – dijo el espadachín tornado su mirada a los lados para ver otra vía de salida. Tras de sí tenían el pasillo que conducía al laboratorio de Escorbuto y el que iba a la letrina. Fue entonces que se dieron cuenta de algo.

_ ¿Dónde está Miguel?

_ ¿No está contigo?

_ No, Leo.

_ ¡Oh! ¿No será que fue sepultado con el derrumbe?

_ ¡¿Qué dices?! ¡No! ¡¡No!! ¡¡No puede ser!! – exclama Rafa desesperado. Raudo comenzó a remover las piedras dejándose llevar por completo.
La kunoichi miraba anonada mientras la tortuga quitaba frenético una roca tras otra. Leonardo permaneció indeciso un rato, pero luego acompaño a su hermano en la angustiosa tarea.

_ ¡Mike! ¡Mikey! ¡¡Respóndeme!! – vociferó la rebelde con amargura.
Desde lo lejos se oyó la voz de la tortuga que les respondía.

_ ¿Qué pasa? ¿Por qué tanto escándalo?
Brotándole lágrimas de alegría, Rafael coloca su oído sobre una piedra para escuchar mejor.

_ ¡Mike! ¿Estás bien?

_ ¿Eh? Claro que estoy bien ¿por qué lo preguntas?

_ ¿Por qué lo pregunto? ¡Por qué estoy preocupado por ti, amigo!

_ Oh… ¿en verdad? ¡Yo también te quiero, Rafa! – y se le abalanza por detrás para darle un gran abrazo.

_ ¡Miguel! ¡¿Dónde estabas?! – pregunta su hermano consternado.

_ ¿Yo? Bueno… es que tenía que ocuparme de un “derrumbe” más peligroso en el baño, je, je.
Rafael no sabía si abrazarlo o golpearlo, pero las piedras que caían pronto le hicieron decidirse por dejar de lado lo ocurrido.

_ Si no fuera porque el techo se nos viene encima, te daría tu merecido, Mike.

_ ¡Oye! ¿Dónde quedó ese amor?

_ Bah… olvidémonos de eso ¿estamos?

_ ¿Olvidarme de qué?

_ Je, je. Eso me gusta, Mike. En fin, vayamos por el camino al laboratorio…

_ ¡Espera, Rafa! – exclama Leonardo tomándole del brazo derecho. Una enorme piedra cayó justo enfrenté de él.

_ ¡Cielos! Gracias, Leo… ¡¿Pero qué…?! – grita la tortuga al ver que comenzaron a caer varias rocas hasta bloquear el pasillo – ¡Demonios! ¿Y ahora qué?

_ Yo creo que solo nos queda “evacuar” nuestros problemas…

_ ¡Mike! No es momento de hacer chistes.

_ ¡Ja, ja, ja, ja! Lo siento, Rafa. Pero no es un chiste. Vengan conmigo.
Dirigiéndose a la letrina, la tortuga les enseña el lugar.

_ ¡Euw! ¡Esto huele horrible!

_ Oh, lo siento Tekura. Es que había comido una pizza con mucha cebolla.

_ ¡Miguel!

_ ¡Ja, ja, ja, ja! Lo siento, Rafa.

_ Oigan, hay algo aquí que no concuerda – asevera Leonardo.

_ ¡Claro! Estamos dentro de un baño entre cuatro – contesta la kunoichi molesta.

_ Es cierto. Pero si se fijan bien, verán que hay algo colgando…

_ ¡No sigas! ¡Euw! ¡Buajh!

_ ¡Ja, ja, ja, ja, ja! – ríe Miguel divertido al ver la reacción de la ninja. No obstante, la mirada que le dirigió la fémina lo contuvo de seguir.

_ Eh… je, je. Es cierto, Leo. Si miran allí, verán una cadena.

_ ¿Y eso que tiene, Mike?

_ Que una letrina no necesita de eso, Rafa.

_ ¿Eh? ¡Oh! Ya entiendo. Eso quiere decir que ¡debe haber un sistema de drenaje!

_ Exacto.

_ Buen trabajo, Miguel.

_ Oh, no es nada Leo.
La kunoichi no entendía porque las tortugas se habían entusiasmado al oír que había un drenaje. Pronto comprendería porqué.

_ ¡¿Qué vamos a bajar ahí?! ¡No! ¡Prefiero esperar a que me caiga una roca encima que tener “eso” sobre mí! ¡Euw!

_ Vaya. O´Neil no era tan quisquillosa cuando bajo la primera vez a las alcantarillas – se lamentó Rafael.
En contra de su voluntad, y varios golpes luego, bajan los cuatro a las profundidades del oscuro pozo séptico. Ayudándose con linternas, reconocen el lugar cuando el aroma dejó inconsciente a la ninja, haciendo que la tarea de llevarla fuera más sencilla para Miguel.

_ ¡Al fin se quedó quieta! Se retorcía más que una anchoa… ¡Puaj! Anchoas.
Pocos metros más abajo se encontraron con un estanque que conectaba con una tubería de buen tamaño, propia de una alcantarilla.

_ ¡Excelente! Ya tenemos vía de escape.

_ Puede ser, Rafael. Pero debemos ser cautos.

_ ¿Y que podría haber allí? ¿Un cocodrilo fluorescente? – dijo la tortuga.
Al terminar de decir esas palabras, por la boca de la cañería apareció el anfibio brillante.

_ Yo y mi bocota.
Las tortugas se encontraban de pie sobre un relieve adoquinado alrededor del estanque cuando el enorme cocodrilo se les abalanzó con las fauces abiertas. Recordando los viejos tiempos, el trio incapacitó rápidamente al animal en pocos segundos.

_ ¡Ja! Lagarton nos daba más pelea que este ¿no lo creen, hermanos? – dijo Miguel socarronamente.

_ Es cierto, Mike. Pero él es nuestro amigo y no tenía una boca tan grande como este. Ni cuatro metros de envergadura – agrega Leonardo.

_ ¡Bah! Pamplinas… este ¿y la chica?
Una burbujeante Tekura estaba echando espuma al lado de Miguel, chorreante recién salida de las turbulentas aguas.

_ ¡Ahí estabas!
La tortuga solo pudo gritar adolorida al ser dolorosamente lanzada al estanque.

_ Me las van a pagar. Claro que sí – exclamo la kunoichi mientras caminaba imperiosa hacia la boca de la cañería.
Pasado un rato, Miguel emerge del agua algo tembloroso.

_ ¿Ya se ha ido?

_ Eso creo, Mikey.

_ ¿En serio, Rafa?

_ Sí, Miguel. Aunque vamos a tener que seguirla – se lamentó Rafael.

La alcantarilla, que tenía apenas metro y medio de diámetro, era muy sencilla en un principio aunque a medida que avanzaban comenzó a anexar varias tuberías más creando un sistema de drenaje similar al que ellos conocían, pero con algunas diferencias.

_ ¡Que peste! ¿Qué es lo que comen aquí? ¿Alimentos en mal estado?

_ Algo similar Miguel: frutos del mar.

_ ¿Hay manzanas de mar, Leo?

_ No, zopenco. Él se refiere a los crustáceos y demás bichejos gelatinosos.

_ ¡Aaaaaaaahhhh! Por eso veo flotar tantos langostinos, Rafa.

_ Esos no son langostinos, Mike.


Luego de caminar, bucear, regurgitar, llegan a un lugar que irradiaba mayor luz. Allí les estaba esperando la ninja, un tanto impaciente.
_ ¡Al fin llegan!

_ Oye, sí que te las has arreglado para llegar rápido. Y eso que somos expertos – dice Miguel.

_ ¡Cállate! Nunca más en vida podre olvidar este día ¡Puaj! Salgamos de una vez por todas.
La boca del tubo precipitaba su contenido directamente en el mar, el cual se encontraba al sur del volcán Fantástico. La ninja les dijo que deberían dirigirse hacia el este dónde se encontraban Splinter y los demás. Ella los dejaría pues un grupo de ninjas médicos la estarían esperando al oeste, cerca del gran desierto.

_ Oye ¿ya te vas? Fue muy divertida tu compañía.


_ ¡Y que lo digas, Miguel!

_ ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

_ En fin… nos vemos pronto – y salió corriendo por la playa para luego adentrarse en el profundo bosque.

_ Bueno hermanos. Es hora de movernos ¡Vamos!
Y las tres tortugas salen ágilmente, perdiéndose entre el follaje de los árboles.


--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

No hay comentarios.:

Publicar un comentario