Digimon Z - Cap. 1

El encuentro 
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Cuerpo: 14 16 18

Eran las 6:55 horas cuando Kenyo terminaba de preparar su equipaje para ir a visitar a su amigo que residía en la ciudad de San José. Al vivir en Jardín América, debía viajar hasta Posadas para luego hacer un transbordo hacía la ciudad de Apóstoles según la empresa que dispusiera del servicio al horario que llegara. Es decir, que sería muy probable que no llegaría a destino muy temprano que digamos.

Luego de despedirse de su familia, sin saber lo que realmente le deparaba el futuro, salió corriendo hacia la terminal porque se le estaba escapando el ómnibus.
Al subir al vehículo se sentó junto a la ventanilla para apreciar mejor el paisaje. El colectivo partió al instante solo para detenerse abruptamente y permitir que una muchacha muy agitada subiera a bordo. Era una joven de unos 22 años, con una larga cabellera de un color muy peculiar: verde oliva, que le llegaba hasta la cintura, trenzado fuertemente con una cuerda negra a modo de nudos que la contenían, mientras que el flequillo estaba dividido en cinco puntas que le caían sobre el rostro cubriendo un poco su ojo izquierdo. Iba vestida con un vestido que desde el escote hasta la cintura bajaba en rombo negro que la rodeaba por completo y que se ajustaba bastante sobre su escultural figura, además, sobre los pliegues al final del vestido se dejaban ver también. Esta tela estaba combinada con otra un poco tosca de un color que hacia juego con su cabellera, y que hacían juego con unas zapatillas también verdes de suela negra. En su conjunto, era una vestimenta muy atípica más bien de un estilo radical pero a la vez homogéneo. Pero no solo fue esto lo que impresiono a Kenyo. La joven tenía unos ojos verdes de la más pura esmeralda en un rostro anguloso que lo dejo boquiabierto.

La muchacha buscaba con su mirada un asiento libre donde sentarse, y aunque había muchos libres, para alegría (y euforia de nuestro personaje) se fue a sentar justo a su lado. El asombro mezclado con la timidez dejaron sin palabras a Kenyo cuando la muchacha le pregunto sí el asiento contiguo estaba ocupado.

_ ¿Me oyes? ¿Está este lugar ocupado?

_ N….n…no. No…lo está.

_Que bien, así podré conversar en el viaje para no aburrirme.

_ ¿Conmigo?

_Pues claro. Con quien más lo haría – mientras señalaba toda la zona circundante a ellos dos, que estaba completamente desocupada.

_Es cierto. Lo siento, pero es que me sorprende que te sentaras a mi lado. Casi nunca una mujer me acompaña a menos que no le quede otro remedio que hacerlo.

_En serio. Qué extraño, porque tienes cara de ser una persona que no incomodaría a una bella dama, aún más cuando esta solo desea charlar un poco para liberar el estrés de mi inminente examen final en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales.

_ ¿No me dirás que estas estudiando para ser analista de sistemas?

_ Mejor dicho, para Licenciatura – dice sonriendo – ¿Por qué te sorprende?

_Es que yo estaba estudiando lo mismo. Aunque tuve que dejarlo porque las matemáticas no son mi fuerte.
Al oír la respuesta, ella lanza una divertida carcajada.

_ Te entiendo, no es algo que a cualquiera le caiga bien. Pero es que me encantan los videojuegos así que no sabía que otra cosa estudiar, ya que soy muy torpe para otro asunto que no sean las ciencias exactas. Bah, en realidad tengo mis dones, pero bueno, ahora eso no viene al caso.

_ Está bien – sonríe el joven – mucha intimidad por ahora. Así que también eres una “friki” de los videojuegos ¡Eso sí que me deja más estupefacto!
Interrumpiendo su cerrada conversación, el guarda acalla efusivamente a Kenyo, haciendo un fuerte sonido de sifón mientras sostenía su dedo índice sobre su boca

_ ¿Por qué? ¿No crees que las mujeres les atraigan ese tipo de cosas?

_No mucho. Es un hallazgo extraordinario encontrar una rareza como tú.

_ Me haces sonrojar. Gracias por el cumplido – le dice avergonzada.
Entonces, y nuevamente, el guarda les interrumpe.

_Discúlpenme, pero si sigo esperando vamos a llegar a Posadas ¿A dónde se dirigen?

_Oh, lo siento. Yo voy a la terminal de la Capital – responde un poco avergonzado Kenyo, mientras saca su billetera para pagar el pasaje.

_Yo también – responde ella.

_ ¿También para la terminal… hem ¿señorita…? – inquiere Kenyo.
En el rostro de la joven se dibuja una sonrisa divertida.

_Me llamo Dreid. Misty Dreid Otto.

_ ¿Otto? – Inquiere preocupado – ¿No serás pariente mío?

_ Qué mundo pequeño – y ella explota en una sonora carcajada.

_ Bueno… pues. Si no es mucha molestia, son $10 cada uno.

_ ¡Oh, sí! Tome, tome.
La chica vuelve a reír, y tomando aire, le espeta:

_ ¿Tan nervioso estas porque estoy a tu lado?

_No, no. Es que el guarda ya estaba un poco nervioso, solo es por eso.

_Sí claro. Como no.

_Bueno. Mejor cambiemos de tema – responde sonrojado Kenyo.

_ Seguro – le responde tratando de esconder su sonrisa – A ver, si es que te sorprende tanto que una mujer ame los videojuegos seguro que también me agrade el anime me hace más rara todavía.

_¡¡¡No!!! ¡¿También?!
Y otra vez es acallado con el sifón del silencio.

_Perdón, perdón.
Carcajeando a todo pulmón, la pobre muchacha ya estaba toda acalorada de tanto reír.

_ Realmente me estoy divirtiendo contigo.

_Es que eres lo que yo solamente había soña… – pero en ese momento un extraño…hombre subía al ómnibus y le dirigió un estruendoso saludo a Dreide.

_¡¡Hola Misty!!

_ ¡Hola tío Sam!

_ ¿Cómo está mi adorada sobrina? Pero veo que estas acompañada. ¿Tan rápido conseguiste novio?

_No, no, no tío. Es solo alguien con quien estaba charlando para pasar el rato. No es para nada de mi tipo.
Kenyo sintió como una estaca se le clavaba en el corazón.

_Sí, es cierto. A ti te gustan los… ¡¿Qué es eso?!
En ese instante un enorme… piquete de protesta se estaba produciendo justo a la salida de Jardín. El viaje recién estaba comenzando.



Mientras tanto, en San José, Frantu hacia un gran hallazgo luego de que por la pantalla de su monitor saliera un digimon al presionar ctrl+ alt + del + m + o + n. Era una criatura redonda de color rojo intenso con la cola encendida, con unos enormes ojos y una boca risueña, ya que al ver al sorprendido humano con expresión de susto, le fue imposible dejar de reír.

_ Que cara más divertida la que has puesto al verme. Seguro has creído que nosotros no éramos reales. Pero el hambre que tengo también es muy real ¿Tienes algo para comer?

_Ah…aja.

Luego de ir por unas galletas de chocolate, Frantu se las da a la criatura, que las devora de un bocado solo para pedirle más comida.

_ Así que eres un digimon de carne y hueso ¡no me lo puedo creer!

_ Se, se. Ahora, dame más comida y seguimos la charla, que este tipejo necesita más combustible que nunca.

_ Seguro. Pero solo sí me prometes darme todos los detalles – el antes sorprendido Frantu vuela ahora a por más alimento para el insaciable digimon chisporroteante.



Mientras tanto, en Posadas DC, Crisel salía de su departamento en dirección a la costanera para tomar unos ricos tragos de mate. Pero antes de cruzar la calle, una bola marrón cayó sobre él desde un árbol, haciendo que perdiera el equilibrio.

_ ¡Qué diablos! ¡¿Qué rayos es esta cosa?! – vocifera el asustado muchacho.

_ ¡Hola! Soy Dustmon, un digimon. Encantado de conocerte.

_ ¡¿Un qué?!

_ Soy tu digicompinche y ese resplandor que sale de tu bolsillo es tu celular convirtiéndose en un digitorola.

_ ¡¡¡No!!! – grita horrorizado al ver que su querido celular se convertía en un modelo diferente al de su marca preferida.



Volviendo al ómnibus, que al fin partía de la ciudad de Jardín América, el tío de Dreide se sienta cerca de ellos y entabla conversación con Kenyo.

_ Así que no eres del tipo que a mi sobrina le gusta ¡qué pena!

_ Ah… eh – solo atino a responder el avergonzado protagonista.

_ No lo avergüences más tío – replica ella riéndose entre dientes – que por poco se vuelve un tomate.

_ Que se le va a hacer, yo soy así. Pero bueno, por lo menos preguntémosle como se llama, donde vive, a que se dedica y otros yerbas, ¿no te parece, Misty?

_ ¡Tío! ¡Ahora soy yo la avergonzada!
Kenyo resopla a sus adentros pensando que no era tan alocada como parecía.

_ ¡Esa es mi responsabilidad!
Nuestro protagonista traga saliva.

_ Dime ¿Cómo es que te llamas, oh atomatado?

_ Soy Kenyo Iksojats.

_ ¡Waw! Qué apellido más raro el tuyo, aunque tú nombre me encanta – responde Dreide – Por lo que veo eres de mis pagos, aunque nunca antes te había visto. Seguro debes ser un terrible introvertido ¿Y a que te dedicas? ¿O eres estudiante?

_ No soy tan tímido como tú crees, es solo que cuando estoy cerca de una…
En ese instante, cuando salían de Santo Pipo, el colectivo dio una brusca virada hacia la izquierda como queriendo esquivar algo. Nuestro trío observo lo que habían desviado: era como un cigarrillo gigantesco con patas y brazos. Al momento, dicha criatura comenzó a lanzar colillas contra el ómnibus qué ya había partido a toda velocidad. Ningún disparo dio en el blanco. Todos se sentaron con una expresión de asombro en sus caras, menos el mimo que iba cuatro asientos más adelante… y el borracho que dormía a su lado roncando a todo volumen.

_ ¡¿Qué fue eso?!– preguntó Misty muy asustada.

_ Eso, mi cara sobrina, era un digimon.

_ ¡¡¡¿No?!!! ¡¿En serio?!– exclama Kenyo.

_ Pero esas criaturas son solo anime ¿no habrá sido otra cosa? – pregunta la joven.

_ ¿Pero cómo sabe usted eso, señor Sam?
_ Es cierto tío ¿Cómo es que lo sabes?



Volviendo a la casa de Frantu, el digimon ya había acabado con el último vestigio de comida… y también la de toda la cuadra del vecindario.

_ Estoy satisfecho – pronuncia gratificado lanzando un eructo.

_ ¡¡¡Al fin!!! ¡Te comiste como dos toneladas y ni se te nota!

_ No por nada me llaman el “agujero negro” – replica sonriente.

_ Bueno. Ahora lo prometido: cuéntame todo o te reseteo.

_ Listo. Pues bien: el digimundo nuevamente está amenazado, pero está ves el virus hizo estragos mutando a todos los digimons. Ahora no existen más los antiguos, sino más bien digimutantes de ellos. Pero eso no es todo: este gusano informático trajo consigo un sequito cuantioso de lo más desagradable que puedas pensar.

_ Jum – dice Frantu tomándose la barbilla – Así que está ves la trama es un poco más original que de costumbre. Pero ¿cómo te llamas, y cuáles son tus características?
Tomando una postura de pavoneo, sea como sea que lo haya logrado con ese cuerpo sin extremidades, el orgulloso mutamon dice:

_ Yo soy el grandioso Chispitamon: el samurái del fuego.

_ Pero que nombre más trucho –replica el joven riéndose a todo pulmón.

_ ¡No te rías! ¡Te dije que somos todos unos mutantes ahora!

_ ¿Y cómo se llama el virus? No será Miotismon, ¿no?

_ No, por suerte, no. Se dice que este es el virus original; se autodenomina: Mon.
El muchacho pone cara de no creerle.

_ ¡¿Ah?! ¿Así?

_ Te dije que era el original… bah, mejor dicho, el primero. Pero hace poco paso a su etapa de novato y se llama Amon.

_ Que original – se jacta Frantu con sarcasmo.

_ Y es muy probable que cuando vayamos al digimundo habrá alcanzado su etapa de campeón: Mamon.
El joven, tratando de aguantarse la risa, desiste desternillándose a todo pulmón.

_ ¡No te burles, que es muy poderoso el frutoso!

_ Seguro, seguro. Pero has dicho ¿irnos? ¿Pero cómo?

_ Pues, en colectivo hasta Jardín América, donde se encuentra el portal.

_ Vaya, que cosas.

_ ¡Ah! Tú celular ahora es un digitorola, algo similar al digivice, pero con eso de la mutación, ya sabes.

_ Cierto, pero… ¿Y cómo digievolucionan ahora?

_ Buena pregunta.



Luego de varios minutos, Crisel reacciona.

_ No me dirás que eres una de esas cosas que veía de chico ¿no?

_ Seguro, pero ahora somos un poco diferentes al resto de nuestros predecesores.

_ ¿O sea que vamos a pasarnos el verano peleando con todo tipo de mostrencos?

_ Si así es como llamas purificar al digimundo del virus original, pues sí.
El joven sonríe de mejilla a mejilla.

_ ¡Bien! Ya mismo preparo mi bolso y salimos para… ¿a dónde?

_ A Jardín América.


Más al norte de la provincia, en la ciudad de Montecarlo, un joven se había despertado empapado sin saber por que esa mañana. Dirigió su mirada al suelo de donde siguió el rastro del charco de agua que provenía de la pantalla de su PC. Por poco se desmaya al ver que su amada computadora estaba mojada. Pero casi le dio un infarto cuando de la pantalla salió una bola acuosa con la forma de una gran gota de agua.
El aterrorizado muchacho se quedó inmóvil ante esa criatura acuosa que había salido de la pantalla de su ordenador. Entonces, está comienza a emitir unos sonidos por lo que parecía ser su boca:

_ ¡Glup! ¡Glup!
El joven no responde.

_ ¿Flush bloch glup?
Sigue sin decir nada, aunque ahora cambio su expresión de asombro por la de la duda.

_ ¡Plush glupy glupy flush plash! ¿Glup pash?
El muchacho se acerca a la criatura, la observa detenidamente y de repente se da cuenta de la verdad:

_ ¿Eres un… un digimon?

_ ¡¡¡Flush!!! ¡Glup plash plash!

_ Eh… si, claro.



Cerca de las diez de la mañana Crisel se embarcaba en la Terminal de ómnibus de la ciudad de Posadas con destino a Jardín América. El digimon iba dentro de un bolso a espaldas del joven, que tomo asiento en una de las primeras butacas del vehículo.
Luego de sentarse, notó que su bolso se movía mucho.

_ Dustmon, quédate quieto o te van a ver.

_ Pues, no soy yo el que se mueve Cris_ le responde el digimon desde su mochila.

_ ¿Y qué es entonces esto en mi bolso? Y… ¿Cuándo te metiste en mi mochila?

_ Espero que no sea…

_ ¡¿Y dónde pusiste mis cosas?! ¡Tenía toda mi ropa ahí adentro!

_ La puse dentro del bolso… pero mejor dale un vistazo a… esa cosa.
Desde dentro del mismo salta a la cabecera de la butaca delantera una maraña multicolor sin orejas, con dos ojos saltones y un botón como boca.

_ ¡¿Qué cosa es esa?!

_ El, Cris, es Pelusamon: el terror de las amas de casa.

_ Y tiene mi ropa mezclada con el ¿Cómo vamos a hacer para recuperarla?
Mientras tanto, como ya se habrán dado cuenta, todo el resto de los pasajeros gritaban y exclamaban gritos de asombro como: ¡¿Qué es eso?! - ¡Ah! - ¡Auxilio! – etc.

_ Ejem… como ya parece medio tarde para que te sigas escondiendo, mejor actuemos ¿Qué ataques puedes hacer?

_ Como pertenezco a la clase de tipo tierra puedo lanzarle rocas…

_ ¡No, tonto! De qué sirve si está hecho de marañas; además de destruir todo el bus.

_ Y entonces ¿Qué hago?

_ No sé. El escritor no me doto con mucha lógica que digamos.



Al igual que Crisel, Frantu se embarcó en ómnibus con dirección a ya saben dónde, pero su digimon estaba bien oculto en su maleta, así que no habría ningún peligro de que lo descubrieran en el viaje. Más que nada porque había puesto junto una docena de emparedados.
Luego de partir de la Terminal de San José, el joven queda profundamente dormido... y eso que estaba emocionado. Pero al llegar a la garita de la ciudad de Posadas, el vehículo hace una maniobra brusca que lo hace despertar. Y otra vez las mismas expresiones de asombro y horror de los pasajeros.
Frente a ellos, o mejor dicho a sus espaldas, ya que el ómnibus había virado en ciento ochenta grados, una enorme colisión de coches, camiones y demás vehículos estaban bloqueando el camino. Sobre la enorme pila, una extraña figura se alzaba desafiante, vociferando con voz de mando con el edicto de que todo digimón que se creyera digno viniera a desafiar al poderoso, veloz e inigualable rey de las leguminosas.
Frantu se levanta un tanto adolorido de su butaca y de inmediato abre su maleta para darse cuenta de que Chispitamon ya no estaba en ella. Desesperado lo busca con la vista, pero no lo ve por ninguna parte. Entonces pregunta a uno de los pocos pasajeros que aún no se habían desmayado si habría visto a una criatura peluda y rojiza. Pero era en vano, cada vez que hacía la misma pregunta la persona a la que iba dirigida o se desmayaba o salía corriendo o se ponía a gritar incontrolablemente. Entonces, el muchacho escucha una explosión en dirección al accidente. De inmediato corre al frente del ómnibus y presiona el interruptor que abre la puerta lateral, pero está no responde. Intenta con la compuerta media, pero tampoco se abre. Como los martillos que se utilizan para romper los cristales ya habían sido… robados hacia mucho, no le quedó más opción que probar con los tragaluces del colectivo. Ni bien tomo los estribos que activan el mecanismo de apertura, la compuerta… cayó al suelo. Se subió a la cabecera de una de las butacas cercanas y apoyando la pierna izquierda sobre otra, tomo impulso y salió del vehículo. Lo que vio lo dejo boquiabierto: era su antiguo amor no correspondido, más bien platónico de hace muchos años atrás, Febi Neschuck, que junto con su digimon, estaban combatiendo al enemigo. A su lado se encontraba Chispitamon que esporádicamente le lanzaba pequeñas bolas de fuego a la leguminosa gigante, pero está las esquivaba sin problemas. Entonces, la muchacha dio una orden a su compañero digimon que despareció en un abrir y cerrar de ojos. Luego le ordeno a Chispitamon que mantuviera ocupado a Porotimon, como en realidad se llamaba la habichuela.
Todo en derredor estaba en desorden, muchos cuerpos sin sentido tirados por doquier, automóviles estacionados o ensartados en otros, piqueteros, turistas japoneses tomando fotografías, políticos haciendo campañas electorales. Un desastre total.
Entonces, a espaldas del frijol, aparece el digimon de Febi que le aplica su terrible dentadura mientras que el digimon de Frantu lo remata con una bola de fuego, haciendo que el poroto se desintegre en códigos binarios. Todos los japoneses gritaron de emoción al igual que los piqueteros que recién habían terminado de apalear a los políticos. Frantu, no sin asombro, se acercó a la joven.

_ ¿Febi? ¿Eres tú?

_ ¿Quién eres tú? ¿Y cómo sabes mi nombre?

_ ¿Qué? ¿No te acuerdas de mí? Soy yo, Frantu.

_ Ah, lo siento. No sé quién eres.
Entonces, el digimon de la muchacha se acerca al joven y le dice:

_ Perdona, pero debo decirte algo: ella, cuando yo atravesé el portal interdimensional, perdió la memoria a causa del susto. Lo lamento, realmente. Ahora cree ser una mutamer sin otro fin en la vida. Es muy triste.
Al oír esto, el rostro del joven se empalidece.

_ ¡¡¡No!!! ¡No es cierto! ¡¡No puede ser!! Febi, ¿No me recuerdas?

_ No, lo siento. Mis únicos recuerdos son de las grandes batallas contra Miotismon.

_ ¡Esto es terrible! Debe haber algún modo de hacer que recupere su memoria…
Interrumpiéndole, el pequeño led le responde:

_ Ledmon sabe cómo. Pero la solución está en mi mundo, donde Doctorimon sabrá que hacer… eso espero.

_ ¡Espero que tengas razón! – dice sonriendo – Así que te llamas Ledmon. Ya debes estar en la etapa de novato.

_ En realidad recién en entrenamiento. Es que Febi ha sido muy buena mutamer.

_ Ya veo ¿Y hace cuanto entraste a nuestro mundo?

_ Ledmon siempre estuvo conmigo… este…

_ Frantu.

_ Si, Frantu. En realidad, fue cuando desde la pantalla de mi ordenador apareció una luz enceguecedora y el surgió de ella… ¡Oh! Mi cabeza…–y la joven se desploma en brazos del entristecido muchacho.


El joven ya estaba un tanto cansado de tratar de entender al digimon que no paraba de balbucear, hasta que el muchacho encontró el motivo del porqué de su problema de comunicación: las piedras que tenía para la humedad cerca de su PC habían absorbido la boca de la criatura. Pero el asunto se complicaba cuando intentaba recuperar el agua, ya sea aplastándolas o pulverizando las mismas. Entonces, el digimon le indico una botella de Pepsi y el lugar donde debería estar su boca. El joven le alcanzo la bebida y este derramo su contenido sobre sí mismo, tiñéndolo por completo. Luego de unos segundos, el líquido se fue concentrado cerca de la boca la cual se le volvió a formar.

_ Muy rica esa poción que me has dado – suspira complacido.

_ ¡Al fin puedo entenderte! Una poción, eh. Es cierto, no te has equivocado; pero nosotros más bien la llamamos ``bebida gaseosa´´.

_ ¿Gaseosa? Interesante, humano.

_ Pero bueno, ¿cómo es que has llegado aquí? ¿Y porque? ¿Cómo? ¿Para qué?

_ ¡Ufh! Ya me habían dicho que los humanos hacían muchas preguntas. Pero bueno, ¿Por qué no comenzamos por presentarnos?

_ Cierto, perdón. Yo me llamo Aquelos Dealla, ¿y tú?

_ Yo soy el simple y tranquilo Gotimon: el hijo del agua.

_ Jum, ya veo. Me encanta nadar y estar en contacto con el agua; así que creo que vamos a llevarnos de maravillas.

_ Eso espero, ya que vas a convertirte en mi mutamer.

_ ¿Mutamer? ¿No era digi-compañero o tamer?

_ Sí, pero eso fue hace tiempo. Ahora las cosas cambiaron drásticamente con este nuevo gran enemigo: el gusano original, que ha mutado todo el digimundo junto con sus habitantes. Y yo soy uno de ellos.

_ ¡Oh! Ahora la trama sí que es más interesante, aunque eso del virus original, medio flojo por parte del autor. Hubiera sido más excitante que no sea ni una amenaza de un antiguo digimon o humana o de un grupo de semi-dioses o algo similar; sino más bien un enemigo externo o un problema que no tenga que ver con lo mismo de siempre.
(El autor va a tener muy en cuenta tu comentario, Aquelos).



Dentro del ómnibus donde se encontraba Crisel, una mujer que llevaba puesto un abrigo de lana era víctima de Pelusamon. La criatura se hizo con el hilo del mismo hasta desarmar el tejido por completo, dejando a la dama en paños menores.

_ ¡Hey! ¡¡Crisel!! ¡Reacciona, hombre! – le gritaba Dustmon mientras lo zamarreaba, pero sin éxito. Entonces, lo golpea en la cabeza con una roca, pero esto no tuvo el resultado esperado: el pobre mutamer quedo inconsciente.
El desesperado digimon no sabía qué hacer, cuando desde la puerta delantera surgió una voz que le era familiar. Una fuerte ráfaga de viento hizo que Pelusamon volara hacía la parte trasera del colectivo.

_ ¡Brisamon! ¿Qué haces aquí?

_ No creas que estoy feliz de verte, inútil.

_ No interfieras. Esta es mi batalla.

_ Claro – y ríe sobradoramente – como si fuera posible que le ganaras. Deja que mi elemento se encargue de esa maraña.

_ ¡A no! No vas a hacer eso ¡Ni en tus sueños!
Y ambos digimons se enfrascan en una pelea, de la cual sale victorioso Brisamon, que en un par de golpes derrota luego a Pelusamon.
Entonces, este le sopla levemente en el rostro de Crisel una brisa mañanera, despertándole al instante. El joven se levanta adolorido tomándose la nuca.

_ ¡Ugh! ¿Qué paso? ¿Y porque me duele tanto la cabeza?

_ ¡Crisel! ¡Crisel! Deshagámonos de ese Brisamon cuanto antes. Ayúdame a mutavolucionar con tu digitorola.

_ ¡Hey! Pero si yo vencí al enemigo y además ayude a tu mutamer a volver en sí, ¿y así me lo agradeces, inútil?

_ No se peleen muchachos, niños o lo que sean ¡Ufh! Me gustaría saber quién fue el responsable de este chichón en mi cabeza.

_ Tu propio digimon – le responde una despampanante pelirroja que estaba apoyada en una de las butacas delanteras mientras mascaba despreocupadamente un chicle.
La muchacha iba vestida de una elegante chaqueta que le llegaba a las caderas, de un color turquesa la cual estaba a medio abotonar. Llevaba puestos unos jean negros que hacían juego con la remera bajo la chaqueta. Unos zapatos de diseñador, mitones y una boina negra. Crisel se enamoró al instante
de ella.

_ Cris. Cris ¡Cris! ¡No te pongas lelo otra vez o te noqueo de nuevo!
Brisamon comienza a carcajear.

_ Tu mutamer es tan inútil como tú, Dustmon.

_ ¡No es cierto, zopenco! Es solo que él es susceptible a las mujeres. Más si están escazas de vestimenta ¡Crisel! ¡Reacciona, por favor!

_ ¿Eh? ¡Ah, sí! Lo siento ¿No me dirás que tú eres una mutamer? – le pregunta un tanto galante a la pelirroja. Ella le observa por unos instantes y repasa con la mirada su vestimenta: este vestía una camisa manga larga de microfibra color marrón claro, a medio abotonar y fuera del pantalón. Usaba unos pantalones de algodón, de color caoba que sostenía con un llamativo cinturón de cuero… marrón. Calzaba unos zapatos de cuero fino con plataforma, también marrones. Tenía puestos un par de anteojos negros sobre su cabello y también llevaba junto una chaqueta de cuero… marrón, la cual la tenía puesta a medias, un brazo sí y otro no por la conmoción de la que había sido víctima. Su corta cabellera rubia estaba casi intacta a pesar de lo acaecido, ya que empleaba gel para mantenerlo en su lugar. Ella entonces bajo la mirada y le dijo:

_ Así es, pervertido.

_ Hey. No, no. No soy ese tipo de hombre señorita ¡Pero qué modales! Yo me llamo Crisel Reztap, mucho gusto.
Cambiando su semblante flemático, la joven lo mira sonriente.

_Vale, vale. No voy a ser condescendiente contigo. Por ahora.
Yo me llamo Turbine Rouge, mi caro sinvergüenza –y le pasa la mano, la cual, antes de que este se la estreche, se estampa en un sonoro cachetazo en el sorprendido rostro del posadeño.

_ Eso por haberme mirado los senos, sinvergüenza.
Crisel agacha la cabeza con el rostro enrojecido, pero sin dejar de sonreír victorioso.
Ustedes dirán: ¿Y los pasajeros? ¿El ómnibus se había detenido o seguía en movimiento? ¿Y el conductor? ¿En qué lugar se encontraban ya? ¿Cómo es que las protagonistas de esta historia son mutamers profesionales? ¿Cuántos mutamers más van a aparecer en la historia? ¿Y porque todo sucede dentro de los
ómnibus?

El autor se reserva el derecho de responder o no a estas preguntas.
Pero ahora, sigamos con el emocionante episodio sobre otro colectivo.



El celular de Kenyo comenzó a irradiar una intensa luz que luego fue imitado por el de la muchacha. Pero como el muchacho ya tenía un celular de ``esa´´ marca, no se modificó mucho que digamos. Pero el de ella sí, ya que era de la empresa competidora.
En fin. Ambos protagonistas se estremecieron por el acontecimiento y tomaron sus respectivos móviles, ahora convertidos en digi-torolas. Kenyo se dio cuenta al instante de la verdad; pero Dreide no caía.

_ ¡¡¡No… puede… ser!!! ¡¡Son digivices, Misty!!

_ ¿En serio? Pensé que mi Sony Ericson se había fundido.
Entonces, desde el dispositivo de Kenyo, surge un digimon. Era una criatura translucida, con el rostro confiado y el cuerpo de un cubo de hielo.

_ ¡Hello! Soy tu digi-compinche, Cubymon. Mucho gusto.
El protagonista estaba eufórico. Tanto, que le duro hasta la siguiente sección.
El resplandeciente cuerpo del helado digimon brillaba tanto como la mirada de Kenyo. La euforia lo había poseído por completo, tanto, que si no fuera porque todos los pasajeros, conductor y guarda atónitos allí presentes, hubiera sido reprendido por este último. Y el colectivo seguía su curso por la gran pendiente de la ruta nº12, a las afueras de Santo Pipo; erráticamente, para mal de los aterrorizados automovilistas.
Mysti sonreía complacida al ver la alegría del joven que abrazaba al sorprendido Cubymon, cuando sintió que algo tiraba de sus ropas.

_ Perdón, pero ¿no me vas a saludar? – le habla un verde limón con una expresión lastimera en su rostro.

_ ¡Hola! Tú debes ser mi digicompinche ¿no es así? ¿Cómo te llamas, hermosura cítrica? – le pregunta Dreide tiernamente.
El digimon, ahora muy feliz, le contesta todo orgulloso:

_ Yo soy el rey de los cítricos “Limon”, a tus ordenes mi bella mutamer.

_ ¿Mutamer? ¿No querrás decir tamer?
El sudoroso Cubymon, luego de desembarazarse del acalorado abrazo de Kenyo, le responde a la intrigada joven:

_ Sería lo correcto, sí fuéramos digimons normales. Pero luego de la aparición de Mon en el digimundo, todo cambio para mal.

_ Así es Cubymon. El gusano original del que hablas inició un programa malicioso que hizo que todo el sistema mutara, haciendo imposible que cualquier digimon lo pudiera atacar efectivamente.

_ ¡Tío! ¿Pero de donde sabes todo eso?

_ Ya me parecía conocido de alguna parte. Usted es el hijo no reconocido de aquel extraño anciano que aparecía en la primera saga.

_ Ahora te pregunto a ti Kenyo ¿de dónde sabes tú eso? – pregunta Mysti totalmente asombrada por la declaración del joven jardinéense.

_ Me atrapaste, sobrina. Pero, ejem… ¿no tendrías otro nombre para que esto no se haga redundante? – pregunta el anciano al sorprendido muchacho.
Este le sonríe y contesta:

_ Sí, pero no es que me agrade mucho que digamos. Puedes llamarme Faroy.
El rostro de Dried se desfigura aún más al escuchar ese nombre; pero luego se refleja un dejo de tristeza que la transporta a una retrospectiva. En él, se ve la figura de un hombre con los brazos extendidos a manera de barrera protectora, que era iluminada desde el frente por una enceguecedora luz. En el recuerdo, se oye la voz de él diciéndole a ella que no se preocupara por nada.
Entonces, su tío le dirige unas palabras que la hacen volver en sí.

_ ¿Dreide? ¿Te encuentras bien?

_ ¿Eh? Sí, sí. No te preocupes. Pero bueno ¿van a contestarme o no?

_ Perdóname. Sí, voy a hacerlo primero ya que estaba en el orden de tus dudas.
Todos abren bien los ojos para escuchar mejor. A saber porque hacen esto en vez de acercar más sus oídos, pero bueno.

_ Una cosa antes gente ¿A mí me parece o el camino por donde vamos está un poco más florido que de costumbre? – interrumpe Kenyo algo nervioso.
Al ver que estaban cruzando por un campo de flores que finalizaba en un brusco barranco, el conductor voló hacia su asiento e intento detener el vehículo. Pero este no respondía a ninguna de sus desesperadas maniobras. El final de nuestros héroes estaba solo a unos pocos metros de distancia.



Regresando a otro colectivo de la terminal de Posadas, donde Crisel había conocido a Turbine, el autor finalmente se decide por contestar a las siguientes cuestiones, que de seguro han dejado intrigados a los lectores. Y si no es así, igual voy a responderlas de todas maneras:


¿Y los pasajeros?
Si es que han seguido con detenimiento la historia, han de recordar que nunca se dijo que el ómnibus había partido de la terminal. Esto quiere decir que los tripulantes del mismo se bajaron apresuradamente de él, por lo que esta cuestión no tiene más relevancia por ahora.

¿El ómnibus se había detenido o seguía en movimiento?
Em…vayamos con la siguiente pregunta.

¿Y el conductor?
Tal como se dijo en la primera respuesta, huyo aterrorizado junto con los pasajeros para resguardarse y esperar a que todo acabara.

¿En qué lugar se encontraban ya?
Yo me pregunto ¿Por qué habré formulado esta pregunta?

¿Cómo es que las protagonistas de esta historia son mutamers profesionales?
Que solo dos lo sean, no quiere decir que el resto de las féminas lo sea. Sí no les satisface esta respuesta, pues remítanse al anime y verán como viene la cosa.

¿Cuántos mutamers más van a aparecer en la historia?
¿Realmente quieren que responda esto? No, no lo creo.
Diez (risa macabra).

¿Y porque todo sucede dentro de los ómnibuses?
“Casi” todo. Error mío, error mío. Pues, como verán, queriendo mantener la esencia de la historia, rememorando la cuarta saga y como en Misiones los trenes casi no existen, se determinó entonces que los buses serian el mejor reemplazo de estos. Si, así como suena. Ya sé, ya sé. Es algo un tanto simplón, pero fue una de las pocas ideas que se me ocurrieron para fusionar toda esta maraña de personajes con la historia. Pero bueno, que esto ya se convirtió en una auto-entrevista, mis lectores. Mejor sigamos con la historia.



Crisel se refregaba el rostro que todavía seguía enrojecido, mientras los dos digimons continuaban discutiendo y lanzándose esporádicos ataques, hasta
que Turbine hablo:

_ Perdóname, Crisel, pero creo que deberíamos partir de inmediato hacía la ciudad de Jardín América.

_ Tienes razón, aunque va a ser un poco difícil hallar a alguien que nos quiera llevar – dice el joven mientras detiene a Dustom antes de que este le lanzara una enorme roca a Brisamon.

_ Estos hombres de hoy – resopla desahuciada – Vamos, vente que te llevo en mi coche que está allí.
Crisel mira por la ventanilla y ve, atónito, un Viper rojo estacionado cerca del andén.

_ ¡¿Ese es tu auto?!

_ Que, ¿no te gusta? Discúlpame, pero la Testarrosa está en el taller mecánico.
Crisel vuelve a desmayarse, pero esta vez, el aliento de Brisamon no consigue despertarlo por mucho que lo intentase.
Una inmensa sonrisa se dibujaba en la cara del inconsciente posadeño.


Frantu había depositado el cuerpo de la adormilada Febi en la parte posterior de una todotorreno que había sido abandonada por los políticos.
Sentía que su deber era llevarla a un hospital, por lo que sin miramientos, partió de inmediato rumbo a las instalaciones del Madariaga.
Ledmon se encontraba junto a la muchacha, encendiendo y apagando su lumbrera denotando su preocupación. Chispitamon estaba totalmente callado, sin saber que decir al ver la expresión de su mutamer.

Extrañamente, ese lunes al mediodía, la ruta nº 12 estaba desierta, por lo que la carrera de Frantu no tuvo percances hasta que un automóvil de color carmesí se interpuso en su camino, haciendo que ambos vehículos desviaran su curso para no colisionar.
Frantu hizo todo lo posible para detener a la camioneta y no chocar contra una de las jirafas del alumbrado, situación similar a la del conductor del otro auto. Este desciende del mismo y corre enfurecidamente al encuentro de Frantu.

_ ¡Idiota! ¡Por poco y nos matas con tu X-Terra! – vocifera Turbine.

_ Y tú no venias muy despacio que digamos – le contesta él.

_ ¿Frantu? ¿Qué haces acá?

_ ¿Crisel? ¡Amigo, tanto tiempo!

_ Tenía que ser. Ahora termina siendo que con el único loco que nos encontramos es amigo de este otro. Mundo pequeño – refunfuña Rouge.

_ ¿Qué onda, che? ¿Cómo va todo?

_ Y, acá estamos. Ni sabes lo que me paso hoy…

_ Digo lo mismo Frantu. De seguro que te vas a morir cuando veas que cosa me encontré cerca de mi casa.

_ ¿Un digimon?

_ ¿Cómo sabias?

_ Porque me paso lo mismo.

_¡Opa! ¿Y ella quién es? – pregunta Crisel mientras señala a la muchacha acostada dentro del todoterreno.

_ Ella es Febi, y no se encuentra muy bien. Justo la estaba llevando al Madariaga.

_ Ahora entiendo la prisa – responde Turbine.

_ Se te ve muy preocupado, Fran ¿ella está muy grave?

_ Hem… sí. No. No sé – responde dudosamente el sanjosino.

_ Entiendo. Vete de una vez que luego te alcanzamos. Es necesario que ahora te ocupes de ella en primer lugar. Ya nos vamos a organizar más tarde para ir a Jardín América.

_ Tienes… tienes razón. Nos vemos allá.
Frantu se sube rápidamente a la camioneta y da marcha enseguida.
Turbine mantiene su mirada sobre el vehículo que se alejaba, mientras recuerda al fornido joven: este tenía el cabello negro, con un corte sencillo y bastante corto, pero dejando un flequillo para darse un aire de rebelde. De tez tostada, como todo su cuerpo, no presentaba grandes rasgos, pero si lo hacia el resto de su cuerpo, lleno de cicatrices. Era de gran porte superando bastante a Crisel. Llevaba puesta sobre una remera roja una chaqueta de jean azul al igual que sus pantalones. Esta se presentaba sin abotonar, dejando ver el dibujo de su camiseta (una motocicleta tipo chopper). Calzaba un par de borceguíes cortos, de color negro y tenía atada en su cabeza una bandana escarlata, y en sus manos un par de mitones rojizos. Presionando sus labios, ella luego dice:

_ Tu amigo parece ser un tipo muy bueno y tierno.

_ Así es Rouge.

_ Sí no fuera por esa chica… mmmh – se relame la pelirroja.

_ ¡Hey! – pero Crisel se tapa la boca avergonzado.

_ Que ¿estás celoso? Ni en tus sueños, pervertido. Sigámoslos enseguida – y la joven se dirige lentamente hacía el Viper.

_ Eh… este… ¡Sí! Ya voy Turbine…
Los dos se suben al automóvil y de un brusco giro de partida, siguen al preocupado Frantu, que ya les llevaba unos cuantos cientos de metros de ventaja.


Mientras tanto, en Montecarlos, Aquelos preparaba su equipaje, cuando Gotimon lo interrumpió.

_ ¿Qué es todo lo que llevas ahí?

_ Pues, lo básico para este viaje: un par de zapatillas y unas pocas ropas, camisas, pantalones, remeras, pulloveres, medias, mangas largas, jeans, shorts, polares, camperas…

_ Jum. No creo que vayas a poder llevar más de una valija. Sería mejor una mochila pequeña, ya que vamos a viajar largas distancias a pie.

_ Pero yo…

_ Es mejor que solo lleves dos o tres mudas de ropa, Aquelos.

_ Es que no conozco el clima del Digimundo y…

_ Ya deja esas ocho maletas y toma este bolso, que es lo suficientemente grande.

_ Está bien – responde el joven de mala gana
Finalmente se lleva el bolso y una mochila, ya que Gotimon no logró que dejara más cosas “imprescindibles”.

_ Ahora me pregunto yo, pero ¿y dónde me voy esconder, Aquelos?

_ Te sales por esa ventana y me esperas fuera. Busco mi riñonera que está en el cuarto de costura donde mi madre y…

_ ¡Ni lo pienses! No voy a ir dentro de esa cosa.

_ ¡Bueno, está bien! Voy a dejar el pequeño televisor portátil para que puedas ir dentro de la mochila entonces.

_ ¿Televisor? ¿Y pensabas que en el digimundo había señales de cable?

_ ¿Qué no?

_ ¡Ay, estos humanos! – se lamenta el digimon.
El joven se despide de su madre, una mujer sencilla ataviada de ama de casa, con la excusa de que tenía que ir a Jardín América para ver a un amigo que le ayudaría con sus estudios universitarios. Obviamente, ella no se lo creyó, ya que él era un típico nerd, por lo que pensó de que se trataba de algún asunto peligroso, por supuesto.

_ Hijo. Yo no nací ayer como para caer en esas tretas ¿me vas a decir que otra vez te metiste con uno de tus programas en la Internet y ahora tienes que ir a sacar de un apuro a otro de tus amigotes? – le pregunta su madre muy ceñuda.

_ Ah… si… ¡Si, eso es mamá!

_ ¿Y hacía falta que me encubrieras eso? Si ya es una costumbre.

_ Es cierto, es cierto – sonríe Aquelos un tanto avergonzado.
De pronto, se oye desde su mochila como que una botella de bebida gaseosa es abierta.
Ya saben: ¡Tsssshh! O sí estaba caliente: ¡¡Tshshshshssssssssssssssssssssssssssssssss!!
La que se oyó fue esta última.

_ ¿Qué fue eso, hijo? – pregunta su madre mientras miraba curiosa la mochila.

_ Ah… este… ¡Seguro se destapó mi Pespi! Qué cosa, ya no las hacen como antes – se ríe forzadamente mientras se apresura por revisar que había pasado.

_ ¿Me estas escondiendo otra cosa, Esson?
Cuando su madre lo llamaba por ese nombre, no había pero que valiese. A regañadientes le entrego su mochila.
Al inspeccionar la misma, la pobre mujer casi se desmaya, pero como era de fuerte temperamento y muy sagaz, de pronto se da cuenta de la verdad.

_ Esto es un… un… ¡Una aberración que creaste en algún laboratorio de tus amigos!
Olvidémonos del segundo atributo de la madre.

_ ¡No mamá! Es un digimon.

_ Nah. No es cierto. Tu hermana tenía toda la colección y nunca vi en ella a esta cosa.
Gotimon puso cara de ofendido.

_ ¿Mamá? ¿Acaso tú veías esa serie? – pero de pronto, una explosión se oyó fuera.
Aquelos no podía cree lo que sus ojos estaban viendo. Desde un enorme cráter formado en la calzada asfáltica frente a su hogar, un enorme golem de tierra se incorporaba.
Al instante, Gotimon se interpuso entre su mutamer y el constructo.
La madre del muchacho, aterrada, espiaba por la ventana. Algunos vecinos de la cuadra pronto se reunieron en redor de los dos digimons. Entonces, el pequeño digicompinche de Aquelos le dirigió unas amenazadoras palabras al golem.

_ ¡Detente ahí, sea como fuere que te llames, o te la verás conmigo, enorme pedazo de tierra con…grandes y…po…poderosos brazos! – grita Gotimon inseguro.
El gran digimon frunce el entrecejo y con cara de pocos amigos, le responde:

_ ¿Tierra? No ves que estoy hecho del chocolate de la más fina calidad, insignificante insecto ¡Te has ganado una terrible golpiza por tu falta de respeto! – vocifera el golem mientras se lanza hacia el pequeño con los dos brazos juntos, con la intención de aplastarlo con sus puños.
Esson mira aterrorizado como su digicompinche se queda inmóvil ante el constructo que se le venía encima.

_ ¡¡¡Gotimon!!! ¡¡Sal de ahí!! – pero era demasiado tarde. Los inmensos puños del gigante hicieron que el pequeño fuera esparcido como gelatina por todo el lugar.
Aquelos quedo horrorizado al ver como su nuevo amigo era eliminado de tal manera. Su madre cayo inconsciente de su asiento. Los vecinos salían corriendo despavoridos mientras otros buscaban sus mangueras para limpiar los restos de Gotimon de sus casas.
El muchacho, desolado, se desplomo al suelo golpeando furiosamente con sus puños la vereda. Luego se refregó las manos adolorido.
El gran cholatoso rio cascadamente.

_ Eso fue demasiado sencillo hasta para mí – se jacto el golem, mientras se limpiaba sus puños con el césped de una de las casas vecinas.
Un grupo de tres niños estaban sollozando al ver que el acuoso digimon fuera derrotado, cuando, como si del maloso líquido de Terminator se tratase, las pequeñas gotas fueron reuniéndose, y poco a poco, el digimon se regeneró por completo ante la atónita mirada de todos los presentes. La madre seguía inconsciente.
Un grito de alivio broto de la garganta del emocionado muchacho.
El diminuto digimon, luego de verificar que no le faltaba ninguna parte, dijo con una pretenciosa seguridad un tanto pedante:

_ ¡Já!



Todos los pasajeros se aferraban a sus asientos mientras que el conductor intentaba inútilmente detener el colectivo que estaba a punto de caer por el barranco.
Misty estaba fuertemente asida del torso de Kenyo, que tenía una mezcla de terror y alegría, cuando su digicompinche lo hizo volver en sí.

_ Kenyo… ¡Kenyo! ¿Me oyes? – sacudía el helado digimon a su mutamer.

_ ¿Eh? Ah…sí, sí. Lo siento ¿qué ocurre Cubymon?
Solo recibió una mirada sarcástica como respuesta. Al instante se dio cuenta de la verdad y, a pesar del atrapante abrazo de Dreide, el muchacho se dirigió a toda prisa con su digicompinche en brazos a la parte delantera del bus.

_ ¿Qué vas a hacer, Kenyo? – le pregunta atemorizada la bella muchacha.
Pero no recibe respuesta de él, que abre con firmeza el tragaluz y deja pasar por este al cúbico digimon.

_ Contamos contigo, Cubymon – le dice Kenyo.

_ Confía en mí – le responde muy serio su digicompinche.
Faltaban pocos metros (diez, no más que eso) para llegar al precipicio. Todos tomaron la postura fetal y se agacharon esperando lo peor. Pero en vez de sentir como el bus caía por un interminable precipicio, sintieron como que el colectivo se deslizaba por una resbaladiza superficie.
Misty fue la primera en dirigir su mirada fuera del bus y, asombrada, vio como Cubymon había construido un largo tobogán en espiral que se aferraba al borde del acantilado. Pero este no terminaba justamente en el suelo.
Kenyo saco la cabeza por el tragaluz para poder preguntarle qué había ocurrido.

_ ¡Qué quieres! Se me termino el hielo. En etapa básica no se tiene mucho más poder que este, Kenyo – refunfuña Cubymon.

_ No te preocupes, Cuby – le responde riendo – seguro que vamos a lograr salir ilesos de esta.
El digimon le sonríe aliviado.
Entonces, el muchacho siente unos suaves golpecitos en su hombro y desciende a ver quién era. Dreide lo esperaba con su digicompinche en brazos.

_Ahora es nuestro turno, Kenyo.
El muchacho le sonríe, y luego le hace pie para que ella pudiera subir a Limon sobre el techo del colectivo.

_ Es momento de demostrar el poder femenino – le dice la joven al sonrojado digimon que dé más sabia que ellos no tenían género.
Este se dirige presuroso a donde se encontraba Cubymon.

_ Ahora es mi turno.

_ Es todo tuyo – le responde el cubito dándole paso al cítrico.
El bus ya se encontraba dando la última vuelta por el largo tobogán. Y otra vez, todos los pasajeros se agacharon esperando lo peor.
Limón lanza dos largas enredaderas hasta el borde del acantilado enrollándolas en unos árboles y sujetando con otro par al colectivo.

_ ¡Prepárense para el golpe! – avisa Kenyo a viva voz.
Todos se preparan para la brusca parada. Pero no ocurre nada.
Se oyen murmullos desesperados y uno que otro sollozo.
Entonces, el bus se detiene en seco. Había quedado colgado a solo centímetros del suelo… o mejor dicho, de la gran laguna que se encontraba debajo de ellos.
Todos suspiran aliviados mientras otros se aferran para no caer del vehículo que se encontraba totalmente vertical. Pero de pronto, una de las lianas se rompió haciendo que el bus virara bruscamente hacía la derecha. Gritos y desmayos le siguieron.
Kenyo, no sin mucha dificultad, trepo hasta el tragaluz para ver si los digimons se encontraban bien.
Al asomar la cabeza, vio como Cubymon ayudaba a Limón a mantener firme la última enredadera.
El muchacho salió por la abertura y tomo la liana.

_ Cubymon ¿te queda algo de energía?

_ Me temo que no, Kenyo.
La dulce voz de Dreide se escucha a la vez que detiene en su mano izquierda una enorme barra de chocolate.

_ ¿Quién quiere un rico Coffler? (en mi país, es sinónimo del buen chocolate)
Sin pensarlo dos veces, Cubymon devora el dulce.

_ Listo. Ya tengo las baterías recargadas ¿Qué quieres que haga, Ken?

_ Congelar una parte de esa laguna.

_ ¡A la orden, mi capitán!

El paisano, dueño del terreno donde se encontraba el tajamar, miraba boquiabierto al colectivo que estaba recostado en la congelada laguna.
Poco a poco, los pasajeros, conductor, guarda y nuestros héroes salen del mismo antes de que se derritiera la delgada capa congelada.
Limón lanza otro par de lianas y ata firmemente al bus antes de que se hundiera en las aguas del profundo embalse.
El tío de Dreide mira extrañado al par de digimons.
Su sobrina se le acerca y le pregunta:

_ ¿Qué ocurre, tío Sam? ¿Estás lastimado?

_ No, no. Estoy bien, Misty. No te preocupes, no es nada.
Con ayuda de todos, menos la mitad que se encontraban tirados o desmayados, enderezaron al colectivo, y pronto todos estaba nuevamente dentro de él.
El chacarero seguía inmóvil mirando boquiabierto la escena desde su casa.

Luego de un par de kilómetros, retornaron a la ruta nº 12.
Dreide acariciaba cariñosamente al extasiado Limón, mientras que Kenyo no paraba de hacerle preguntas a su digicompinche.

_ ¿Cómo que la entrada al digimundo está en Jardín? Si ya casi estamos en Santa Ana.

_ Bueno, bueno. Habrá que volver, Kenyo. No te enojes con él.

_ Es que podríamos habernos ahorrado el viaje… en fin. Solo espero que el resto de los otros mutamers nos estén esperando – responde el muchacho con desazón.

_ No te preocupes Faroy. Seguro que nos estarán esperando, aunque… no sabemos cuántos son los nuevos digi-mutaescogidos o como fuere que se les deba llamar ahora – replica el anciano.

_ Eso, eso. Pero ¿y ese digimon que vimos en el camino? – pregunta Misty.
Su tío dirige su mirada a otro lugar, pero no se les escapa que algo no estaba del todo bien con él, por lo que Kenyo le pregunta:

_ Señor, usted sabe algo ¿no es cierto?

_ No. No sé nada más.
Pero su sobrina lo conocía mejor que nadie, y se percató de que no les estaba diciendo la verdad.

_ Tío, tío ¿no será que tú tienes algo que ver con todo esto?
Este baja la cabeza, sin decir una palabra.

_ ¡Tío Sam! De más sé que estabas trabajando en un proyecto secreto hace un par de años, y como eres el hijo de Genai Ottoyamaguchi, es muy probable que siguieras sus pasos ¿no es cierto? – le espeta Dreide con una mirada muy intimidatoria.
Cuando ella le miraba de esa manera, no había forma de poder quedarse callado.

_ ¡Vamos tío! Estoy segura de que eres el responsable de esto.

_ No. No es cierto. Bueno, en parte.

_ ¿Cómo que en parte? – pregunta Kenyo.

_ Pues, como verán, formaba parte de un equipo de científicos que estábamos estudiando una extraña cueva en las cercanías de un lugar llamado Bello Horizonte.

_ ¡¿En serio?! ¿No será por acaso la piedra hueca?

_ Así es, Kenyo.

_ ¡No! – dice efusivamente, para luego reírse por tal declaración – ¡Qué cosa!

_ Sí. Más que nada, nos percatamos de que ese lugar emitía fuertes ondas gama. Producto casi indiscutible de una variación en el campo electromagnético de la tierra. Era lo que hacía tantos años estábamos buscando.
Los dos jóvenes lo miran sin entender nada.

_ Está bien tío. “Algo” no estaba bien o “algo” había pasado. Pero bueno, mejor dejemos el relato para más tarde, que ya llegamos a la terminal – interrumpe Dreide.



Frantu estaba sentado junto a Crisel en un banco del hospital. Turbine se había quedado en el automóvil esperándoles junto con los digimons.
Una doctora acababa de salir de la sala de urgencias con una ensombrecida expresión en su rostro. Se dirigió hacia donde estaban ellos.

_ Lo siento mucho, pero…

_ ¡No! ¡No puede ser doctora! ¡¿Ella está bien?! – pregunta Frantu muy afligido.
La galena puso cara de no entender nada.

_ ¿Ah? Estoy hablando con este hombre, muchachos. La chica que ustedes trajeron solo estaba deshidratada por haberse excedido con el ejercicio, nada más. Ahora está aguardándoles en la sala de espera.

_ ¡¿En serio?! ¡Qué alivio, doctora! ¡Muchas gracias por todo! – y Frantu le estrecha la mano efusivamente a la confundida mujer.
El hombre junto a ellos estaba muy nervioso, por lo que los interrumpió con estas palabras:

_ ¿Y? Es varón ¿no es cierto, doctora? Mire que ya pinte su cuarto de azul y le compre el equipo completo de Boca Juniors.

_Me temo, señor Gonzales, que su mujer ha dado a luz no a una, sino a tres niñas.
El hombre cae sin sentido al suelo. Crisel y Frantu ayudan a la galena a trasladar el tieso cuerpo a la sala de emergencias.

Luego de firmar unos papeles, los tres jóvenes salen del hospital a toda prisa.

_ Me diste un gran susto, Febi.

_ No te preocupes… estem… ¿Cómo te llamabas?
Más que entristecido, el muchacho vuelve a repetirle su nombre.
Crisel mira extrañado a Frantu.

_ ¿Qué pasa hombre? Es como si todavía algo no estuviera bien con ella.
Silenciándole con el sifón del silencio, este le replica en voz baja:

_ Cállate. No digas nada, sí.
Entonces, ella les mira con curiosidad y les pregunta:

_ ¿Qué ocurre conmigo, muchachos?

_ Nada, nada – le responde Frantu algo avergonzado.

_ Jum. Espero que no me estén ocultando algo, eh.

_ No, no. No es nada Febi. No es… nada – y el grupo se acerca en silenció al antónimo de su estado actual.
Dentro del Viper, los cuatro digimons no paraban de discutir quien era el más fuerte de todos, mientras que Rougue seguía inmutable mascando el mismo chicle.

_ ¡Al fin! Ya era hora de que regresaran, muchachos. Según lo que me dijo Ledmon, vamos a tener un “pequeño” contratiempo antes de poder viajar al digimundo.

_ ¿Por qué lo dices, Turbine? – pregunta Crisel.

_ Pues, además de que Ledmon me dijo que sentía la presencia de un badmutamon…

_ Un ¡¿Qué?! – inquiere Crisel nuevamente.

_ Más adelante les explico. En fin, además de eso, es porque ahora mismo lo estoy viendo ahí delante, a unos doscientos metros, mientras destroza ese edificio – señala la muchacha en dirección a un supermercado de la zona.
Al ver tal acontecimiento, Febi se transforma haciendo que su cuerpo se estremeciera por la excitación. Su figura se veía interesante: vestía una blusa holgada de color crema, sobre la cual llevaba puesta una chaqueta-top de manga larga naranja. Usaba un par de pantalones color crema, que solo poseían un bolsillo en su lado derecho, con tirantes un tanto extraños (elastizados y cruzados por detrás, ambos reforzados con apliques plásticos de color naranja), y la boca de cada pierna, que era a media asta, tenía elásticos que se pasaban bajo la planta de cada pie. Calzaba un par de zapatillas-botas, también elastizadas y de un combinado entre negro y naranja. Y como no cabría de otra manera, llevaba un par de mitones negros en sus manos.
Su cabellera trigueña, que estaba atada en una larga trenza similar al estilo de Lara Croft, ondeaba al ritmo del viento. Su triangular rostro denotaba un fervor inexplicable, que solo era más incomprensible al ver sus negros ojos chispeantes, contrastantes en su blanca tez.

_ Tenemos que hacer algo gente. Es nuestro deber como mutamers – exclama Febi.

_ Sí tú lo dices – responde Rougue sarcásticamente.
Un obeso digimon, o mejor dicho, un “badmutamon”, estaba devorando todo lo que encontraba a su paso. Según Ledmon, esa horrenda criatura se llamaba Lipidmon.


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